Antes de hablar del estrés, recorramos algunas definiciones.
Desde la psicología refieren a esta palabra para hablar de “la experiencia emocional molesta que venga acompañada de cambios bioquímicos, fisiológicos y conductuales predecibles” (Baum, 1990).
Por su lado, la R.A.E. lo define como “la tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”.
La OMS (Organización Mundial de la Salud), por último, como “las reacciones fisiológicas que en su conjunto preparan al organismo para la acción” (OMS, 1994).
Si unificamos estas tres definiciones, podemos definir al estrés como una reacción fisiológica (natural) que se experimenta frecuentemente como agobiante y molesta y que se percibe como tensión física y/o emocional.
A mi consultorio llegan muchos pacientes con estrés. Allí observo que tanto las personas que refieren estrés como las que muestran síntomas de estrés (agotamiento, tensión física y/o emocional) sienten, además, malestares físicos puntuales. Principalmente vinculado a dolores musculares y/o articulares, malestares digestivos, dificultades para conciliar el sueño, cansancio, dolor en el pecho y sensación de angustia, entre otras cosas.
También observo que en la mayoría de los casos la persona se siente consciente o inconscientemente amenazada por una situación, por alguien o por algo.
Naturalmente, ante una situación amenazante, reaccionamos de dos formas: o huimos o peleamos. En ambas situaciones se activa el sistema nervioso simpático que nos prepara para afrontar la amenaza mediante los siguientes mecanismos:
– Aumento de la frecuencia cardíaca (latidos por minuto).
– Aumento de sangre en el sistema muscular (fundamental para huir o pelear).
– Dilatación de las pupilas de los ojos.
-Disminución de la actividad digestiva (no está bueno digerir la comida mientras corremos, ¿no?).
– Aumento de la cantidad de oxígeno en sangre a través de la dilatación de los bronquios de los pulmones (con la actividad de defensa el cuerpo va a consumir más oxígeno).
– Liberación de oxitocina, adrenalina y cortisol.
Estos mecanismos son muy útiles si nos quieren robar o si alguien nos ataca, ya que vamos a tener la energía suficiente para correr o para pelear. Pero cuando a la amenaza es constante y a veces “invisible” no podemos realmente huir o pelear con ella. La situación se vuelve más compleja. Para entender mejor a qué me refiero, podemos pensar en una situación cotidiana de estrés laboral, por ejemplo. Que sientas que tu jefe, un cliente o tus compañeros son una amenaza puede llegar a provocarte estrés. Para los estudiantes, una entrega de la FADU (que la he vivido antes de llegar a la Osteopatía) puede sentirse como una amenaza y el trabajo en equipo te puede estresar más de lo que podes soportar. Entonces, ¿qué hacemos cuando huir o pelear no son una opción?
Lo primero es entender que esas reacciones que tiene el cuerpo ante el estrés son naturales. Son para ayudarte, no para hacerte daño. Asique está bueno no etiquetarlas como “malas”.
Kelly McGonigal, psicóloga estadounidense, nos anima a utilizar al estrés como un aliado. Tomar esas reacciones del cuerpo, que puede ser un aumento repentino en la respiración antes de rendir un exámen o la sensación de vértigo en la panza antes de un discurso, y usarlas para empoderarnos. Utilizar ese oxígeno y esa energía extra que nos recorre el cuerpo, esa adrenalina, para mejorar nuestra performance y afrontar la situación amenazante.
Practicar esta forma de entender el estrés requiere de práctica y tiempo. No vamos a cambiar de un día para el otro. Además, cuando no hay una situación puntual y el estrés o la sensación de estrés es permanente, es necesario tomar acción para no agotarnos y sentirnos mal física y mentalmente.
Hay muchas cosas que podés hacer:
–Hablá de lo que te pasa con un amigo, compañero del trabajo, pareja, familiar o terapeuta. Las conexiones empáticas con otro ser humano, además de hacernos sentir mejor, liberan una hormona llamada oxitocina. Esta ayuda, entre otras cosas, a disminuir la ansiedad, la agresividad, el estrés y el dolor.
–Realizá una actividad física o recreativa. Durante ese tiempo tu cuerpo va a generar unas hormonas llamadas endorfinas. Estas aumentan la sensación de placer, ayudan a disminuir el dolor físico o emocional y facilitan los procesos de memoria y atención. Con la actividad física también aumenta la circulación sanguínea y con eso la limpieza y nutrición de nuestro organismo. Si acumulaste una tensión debido al estrés, con la actividad la podes calmar.
–Practicar Meditación o alguna actividad similar. Mucho del sufrimiento extra que experimentamos en situaciones de estrés es generado por nuestra mente ya sea por el exceso de pensamiento o por la recreación de situaciones futuras y/o pasadas a veces inexistentes que nos alejan de experimentar la situación presente.
-El tratamiento osteopático ayuda en situaciones de estrés: libera tensiones corporales a través de la movilización física y aumenta la conexión del paciente con lo que le está pasando (con el presente). En este terreno los pensamientos se corren un poco y las emociones tienen más lugar y son libres de expresarse. Esto resulta ser muy sanador.